El comercio exterior mexicano enfrenta un escenario complejo para el 2026, debido a los aranceles unilaterales de Estados Unidos y la proximidad de la revisión del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) el próximo año.
Kenneth Smith, presidente del Comité México-Estados Unidos del Consejo Empresarial Mexicano de Comercio Exterior, Inversión y Tecnología (Comce), advirtió que este panorama representa una “tormenta arancelaria” que podría condicionar el futuro de la integración regional.
Durante una conferencia organizada por el Comce Noreste, Smith explicó que, aunque el T-MEC asegura un marco de libre comercio vigente hasta 2036, en los últimos meses Washington ha recurrido a medidas arancelarias bajo el argumento de seguridad nacional y de cooperación insuficiente en temas migratorios y de combate al fentanilo.
Estas acciones incluyen gravámenes del 25% a productos que no cumplen con reglas de origen, así como impuestos adicionales a sectores estratégicos como el automotriz, el acero, semiconductores y la industria aeroespacial.
Más allá del impacto económico, el especialista alertó que la verdadera preocupación radica en la discrecionalidad política que guía estas decisiones.
“Hoy estamos sujetos a que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, determine cuándo y cómo imponer aranceles. Si mañana decide establecer un gravamen del 100% a las exportaciones agrícolas mexicanas, lo puede hacer”, advirtió.
De cara a la revisión del T-MEC, Smith puntualizó que no se trata de una renegociación automática, sino de un mecanismo de evaluación del funcionamiento del acuerdo.
Si los tres países coinciden, podrían extender su vigencia hasta 2042, sin embargo, Estados Unidos ya ha manifestado interés en reabrir capítulos sensibles como el automotriz, laboral, inversión, agricultura y energía, con el objetivo de limitar la influencia de insumos chinos en América del Norte.
Esta intención coloca a México en una posición delicada. Por un lado, debe defender las ventajas que el tratado otorga frente a otros países competidores; por otro, necesita prepararse para resistir presiones que podrían modificar sustancialmente el balance de la integración económica regional.
Frente a este panorama, Smith propuso una estrategia en dos frentes. El primero es la adaptación, que implica diversificar mercados, fortalecer el clima de negocios y capitalizar la posición estratégica de México como socio confiable en América del Norte.
El segundo es la oposición, es decir, utilizar los mecanismos legales del propio T-MEC para impugnar los aranceles y evitar que se conviertan en una nueva base de negociación.
“El sector privado y el gobierno deben trabajar juntos en un cabildeo permanente en Washington para reposicionar a México como aliado estratégico frente a China. No podemos permitir que la política arancelaria se convierta en un arma de negociación discrecional que ponga en riesgo la estabilidad del tratado”, enfatizó.
Con más del 80% de sus exportaciones dirigidas a Estados Unidos, México depende en gran medida del comercio con su vecino del norte. De ahí que las tensiones actuales no solo representen un desafío económico, sino también una prueba de la capacidad del país para defender su papel en la región.
La revisión de 2026 se vislumbra, entonces, como un momento crítico: México deberá decidir si juega a la defensiva, aceptando condiciones impuestas, o si asume una postura firme que asegure la continuidad del T-MEC en términos justos y equitativos.
“Estamos frente a una tormenta arancelaria que puede redefinir la integración de América del Norte. La clave será que México combine pragmatismo con firmeza para salir fortalecido”, subrayó Smith.